lunes, 31 de octubre de 2011

Halloween…

por las narices. Tenemos que ser el país mas tonto del mundo o el más fiestero, que también puede ser. Porque todo lo que sea fiesta lo tenemos que adaptar, aunque para ello tengamos que echar por tierra nuestras propias tradiciones.

A mi esta festividad no me molesta, lo que me molesta es la vertiente que se le da. Y es que si de verdad la celebráramos tal y como originariamente era, de origen celta, no habría problema porque estaríamos celebrando algo que pertenece a los ancestros de casi toda Europa. Pero no, tenemos que hacerlo como lo hacen los americanos, disfrazándonos de monstruitos y viendo como centenares de críos van pidiendo caramelos por las casas. Otra festividad mas con la que los centros comerciales se frotan las manos. Que será lo próximo, celebraremos la toma de bastilla, el año nuevo chino o acción de gracias. Si por celebrar que no quede.

Cuando estaba en el instituto, esto de Halloween no era más que una mera anécdota que se comentaba en clase de inglés, que servía para aprender vocabulario nuevo y para conocer la cultura de otro lugar, a lo que nunca me opondré, por supuesto. Pero poco a poco se fue extendiendo, y cuando iban llegando estas fechas, las clases de colegios e institutos se adornaban con calabazas y esqueletos, “ganando” la partida los profesores de inglés a los de lengua.

Y es que la literatura española también tiene sus clásicos para esta noche. Clásicos que deberían representarse o ser enseñados en colegios e institutos como parte de nuestra tradición y cultura, como el Tenorio de  José Zorrilla, El día de difuntos de Mariano José de Larra, las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer u otras muchas obras de autores clásicos basadas en leyendas o historias de miedo o fantásticas de las distintas tierras.

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